¿Por qué vivo en Concepción del Uruguay?
Podría decirse que un romanticismo mal entendido lo hizo.
Finales de marzo de 1971, llegamos a nuestro trabajo en la sucursal local de Cafés y chocolates
Águila, con la tranquilidad con la que lo hacíamos cada día, no imaginábamos la noticia que nos esperaba.
El gerente señor Francisco López no reúne para darnos a conocer la notificación recibida de casa central, la sucursal cerraría sus puertas.
Un silencio quedó suspendido en el aire durante interminables minutos, nadie hablaba y fue el mismo señor López que continuó diciendo: “Ustedes pueden continuar dependiendo de sucursal Concordia, los viajantes en zonas habituales y el entregador de productos igual.
El administrativo y el encargado de carga deberán trasladarse a vivir en aquella ciudad.
Caso contrario el que no acepte recibirá la correspondiente indemnización.
No se o no recuerdo que dijeron mis compañeros de trabajo, sí que hablamos mucho, además no teníamos sindicato que nos representara, pero cada uno tomó la decisión que le parecía mejor.
Mi caso personal era complejo, siendo soltero, debía alquilar una habitación, comprar diariamente la comida, pasajes cada fin de semana para venir y regresar y todo con el mismo sueldo que percibía estando acá. Por lo que decidí renunciar y quedarme en Concepción del Uruguay.
Pero todo lo económico era posible de superarse, pero dije al principio que fue por romanticismo, soñador o algo así, dejar el barrio, los amigos, el fútbol y los fuertes lazos del amor los que doblegaron mis intereses monetarios.
Es probable que no estuviera narrando esto si la decisión hubiese sido diferente.
Luis Conte



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