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“Recordar el pasado para saber de dónde venimos, donde estamos y hacia dónde vamos"/////////////////Si visitas este sitio encontraras recuerdos no ordenados tomados de los archivos privados de El Vate Fantasma

lunes, 7 de septiembre de 2009

La lección del astronauta José Hernández



Cómo se nos hace difícil admirarnos de la naturaleza que tenemos a nuestro alrededor porque nuestro escenario se ha reducido a lo material, a lo tecnológico.
Carolina Garza de López | carolina.garza@gmail.com

Desprogramar de la mente nuestro particular modo de ver la vida no es sencillo. El ambiente actual nos impide levantar la mirada al horizonte y caer en la cuenta del otro escenario maravilloso que nos acompaña y reclama nuestra atención.

Pero esto no ha sido problema para José Hernández, el astronauta de ascendencia mexicana que en su infancia cosechaba fresas y pepinos en las granjas del sur de California, y gracias a su espíritu de perseverancia y superación personal, el viernes pasado despegó en el Transbordador Espacial Discovery 128, al lado de un grupo de ingenieros astronautas.

"Uno puede ver aquí, con sus propios ojos, la maravilla de nuestro mundo, de lo que es la atmósfera, algo muy delgadito que nos mantiene en vida, y uno puede ver todas las estrellas y decir: no es posible que esto fue por casualidad", expresó José Hernández, al ser entrevistado el jueves por el periodista Carlos Loret de Mola, desde el Discovery.

Es evidente que el astronauta mexicano ha aprendido algo que nosotros, terrícolas cibernéticos, aún no podemos asimilar. Que una concepción demasiado pragmática y técnica de la vida impide el detenimiento necesario para poder contemplar.

Y es que el hombre y la mujer no somos únicamente un cuerpo, estamos dotados de un alma espiritual. Y es precisamente la dimensión espiritual la que nos da el sentido de trascendencia y nos aleja de lo puramente material.

Por eso las palabras de José nos transportan a una realidad que pocas veces miramos.
Allá en el espacio sideral, en el silencio del universo, sin intermediario alguno, el hombre se mide a sí mismo como persona.

La emoción de José al expresarse lo comprueba. Cuando Loret de Mola le preguntó si le da miedo, sin titubeos, José responde: "No me da miedo porque hemos entrenado muy bien (...) Estamos echándole ganas".

Es cierto que la confianza y fuerza interior de José tienen que ver con esa excelente preparación y disciplina de años que le permitió formar parte de este grupo de científicos espaciales; pero hay algo aún más profundo que él intuye, y lo manifiesta también en su mensaje.

Se trata de una presencia constante que lo acompaña en su soledad y lo impulsa a "echarle ganas" y a seguir adelante en su gran aventura.
"Creo que hay un plan grande, un poder que aún no comprendemos y esto me hace crecer en mi fe", explicó José en su entrevista.

Sabe usted, la lección que nos da el astronauta mexicano no la podemos echar en saco roto. No somos desechables como nos hacen creer en estos tiempos. Ni fuimos hechos para comprar y vender ni para pasar las horas conectados a una pantalla.

Vivir hipnotizados, esclavizados con las cosas materiales, es una forma de vivir, lo sé, pero no es la que nos llevará a construir un mundo mejor y a dejar huella.

El caso es que cuánto aprendimos de la breve entrevista que dio José desde el Discovery. Dejar la rutina, nuestra intensa actividad que no nos permite oír lo que viene de fuera, para mirar el horizonte y desde ahí replantear nuestra vida.

Es maravilloso que un sencillo mexicano nos abra los ojos así. Nos recuerde que no es bueno siempre moverse dentro de "la gravedad humana", porque terminaremos creyendo que es el único mundo existente.

Gracias, José, por enseñarnos que nuestro paisaje más natural es el que empieza más allá de la tecnología. Gracias por comunicarnos desde el espacio que el universo nos interpela, nos grita: ¡Admira lo que vale la pena!

Por desgracia, José, el hombre postmoderno está más dispuesto a contemplar la televisión, conectarse al iPod o a sus negocios, navegar por internet, que a contemplar las estrellas y la Luna, y a admirar, como tú lo has hecho, las maravillas de nuestro mundo.

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